Qué hacer con todos los monos saltando alrededor dentro de nuestras
cabezas?
“La meta de cada alma es la libertad, la maestría, la libertad de la
esclavitud de la materia y del pensamiento, ser maestra de la naturaleza
externa e interna.”
Esta es la
frase de Swami Vivekanada, uno de los más respetados maestros espirituales de
los tiempos modernos. Él fue prácticamente el primer yogui Indio en aparecer al
frente del escrutinio de occidente. En el primer congreso de religiones del
mundo en 1893 en Chicago, él impresionó a muchos con su claridad y simplicidad.
Solo al decir lo obvio “ hermanos y hermanas de America!” recibió una ovación
de dos minutos de las siete mil personas presentes. En ese momento el llamó la
atención de la prisión de nuestras respectivas creencias. Contó la historia de
un sapo quien creía que el pozo donde vivía era el único mundo al que realmente
quería conocer y se rehusaba a creer que había otros.
“Esa ha sido la dificultad todo el
tiempo. Yo soy hindú. Estoy sentado en mi propio pozo creyendo que todo el
mundo es mi pequeño pozo. El cristiano se sienta en su pequeño pozo y cree que
todo el mundo es su pozo. El mahometano se sienta en su pequeño pozo y cree que
es todo el mundo.
Cómodamente
olvidamos que las creencias y las prácticas son mayormente externas a nuestro
más profundo yo. A medida que avanzamos en la experiencia de un estado
interior, nos separamos de las palabras, los símbolos, los rituales y
experiencias religiosas. A pesar de nuestra diversidad de culturas y
tradiciones, somos muy similares en nuestros orígenes espirituales. Es como si
la mente estuviera estancada en su estado más superficial en donde no hay
absolutamente ninguna oportunidad de tener control sobre sí misma.
En su
libro clásico Raja yoga compara a la mente con las travesuras de los monos. no
solo cualquier mono, sino uno borracho en el banquete del deseo, envenenado por
el escorpión de los celos y poseído por el demonio del orgullo. Aún si su
metáfora es fuerte, podemos todos vernos así. Realmente no se necesita pensar
mucho para entenderlo, solo observar al mono brincando, puede que se calme,
pero no puede cambiar.
Buscando
un paralelo a esta falta de control en la espiritualidad occidental, me encontré
con uno en un clásico inspirador de Thomas Kempis, “la Imitación de Cristo” del
siglo 15.
“Whensoever a man desireth aught above
measure, immediately he becometh restless. The proud and the avaricious man is
never at rest; while the poor and lowly of heart abide in the multitude of
peace.”
“Lo que
sea que un hombre desee sin medida, inmediatamente lo cansará. El hombre orgulloso
y avaricioso nunca descansa; mientras el pobre y modesto de corazón habita en
la multitud de la paz.”
A pesar
del Inglés arcaico, cualquiera de cualquier tradición puede verse reflejado en
esta explicación de las razones para la falta de descanso mental.
Con una
experiencia de más de cuarenta años como estudiante de meditación Raja Yoga,
todavía me siento como un novato cuando veo la multitud de cosas que todavía
necesito aprender especialmente acerca de mi mundo interior. Puedo honestamente
decir que el problema no está en la mente en sí mismo pero si lo que sucede en
ella. En un nivel superficial de meditación puede ser, como algunos “expertos
“actuales nos dicen, piensen acerca de nada en un intento para tener claridad.
Eso está bien, pero todavía tengo que entender lo que está creando
“desperdicios” en la mente y tratar con ello.
A un nivel básico, la mente es simplemente como
una playa donde las olas de actividad mental llegan. Hay un mar de experiencias
pasadas y posibilidades futuras en el cual se arremolinan de manera arbitraria,
a medida que intentamos lidiar con lo que arroja en la playa. Yo soy solo un
testigo pasivo del juego de las olas, puedo quedarme paralizado con su incansable
accionar. Olvido de que yo soy el maestro sentado en la playa y no simplemente
un indefenso observador. No soy la playa de la mente. Tengo una mente. Soy el
creador de mi mar de experiencias y de todo lo que llega de él. Tengo un
intelecto a través del cual puedo conscientemente decidir lo que quiero pensar
y qué hacer con ello una vez lo haya creado.
Quizás el más grande impedimento en
el control de este mundo interno es la misma palabra control. La imagen
inmediata del control mental es de alguien que hace difíciles esfuerzos para
restringir, regular, o aplicar un freno a las cosas que el mar arroja.
En mi
propia práctica, he visto que el poder spiritual y la cualidad de la actividad
mental están relacionados. Es como si hubiera un interruptor interno de
intensidad. A medida que incremento mi poder espiritual a través de la
meditación hay suficiente luz para ver las cosas claramente.
La
negatividad se desvanece en el fondo y la sensación de control se vuelve
natural. Cuando apago el interruptor, las sombras regresan y traen con ellas
agitación.
Un fácil
ejemplo para poder entender es la relación entre la expectativa y la
realización. A medida que mi realización y satisfacción aumentan, no hay nada
que yo desee o espera de otros o de las situaciones, a medida que baja toda
clase de deseos aparecen para ayudar a compensar el vacío interior.
Por lo
tanto el tema del dominio mental está relacionado con cuanto poder espiritual
puedo generar y acumular. Con mi batería interna completamente cargada puedo afrontar cualquier cosa. Si no es así, las
situaciones serán casi siempre más poderosas que mi capacidad para tratar con
ellas, trayendo con ellas una cuerda interminable de pensamientos negativos e
inútiles.
Cómo
podemos entonces recargar la batería? Trataré este tema en la siguiente
publicación.